Las víctimas, como cualquiera que
pasa por un proceso complicado, necesita para procesar su dolor una serie de
respuestas, entre ellas saber por qué lo hizo el infractor o que sintió…. Solo
a partir de ahí será capaz de recorrer su camino interior y darse cuenta de que
necesita perdonar y no por el bien
del preso, sino por su propio bienestar, porque el perdón es liberador.
La
víctima como dijimos es lo más importante, pero no lo único, el infractor a través de la mediación debe
llegar a responsabilizarse de sus propias acciones y de sus consecuencias, cosa
que no ocurre en un proceso judicial penal.
El delincuente puede compensar y
reparar con su esfuerzo personal a la víctima, y participar activamente en el
proceso de resolución del conflicto, hacerse cargo de los efectos causados por
su comportamiento, esto favorece su
compromiso en el cumplimiento de lo pactado igual que en cualquier otra
mediación y desde luego facilita su posibilidad de incorporarse nuevamente a la
Sociedad, no olvidemos que el fin último
de la sanción penal es la
reinserción del delincuente.
Se acaba con el propósito equivocado
de que el delincuente salga de la circulación, ello facilitara su posterior
reinserción social y todos saldremos
beneficiados.
Mediar no es más que
intentar comprender desde qué punto de vista, desde qué perspectiva una persona
contempla la realidad, desde dónde actúa y lograr trasmitírsela a la otra parte
para que alcancen una situación distinta y satisfactoria para ambos.
Cuando creemos que nuestro punto de vista es una verdad
irrefutable y sólo tenemos acceso a un punto de vista y no a la realidad en su conjunto y menos a la
que contempla la otra parte, nos estancamos y empobrecemos, salimos perdiendo.
Sin embargo, si queremos avanzar y comprender, necesitamos preguntar y
escuchar. Es una forma de estar en la
vida. Debemos elegir si queremos construir
o destruir.